Las organizaciones criminales  manejan los mercados ilícitos, como son  las drogas, la prostitución, inmigración clandestina, tráfico de armas, falsificación de documentos, tráfico de especies protegidas o tráfico de órganos.

Las organizaciones más conocidas de la historia son la mafia estadounidense, la ´Ndragheta y la Camorra italiana, los carteles colombianos, la Organizatsiya rusa, los yakuzas japoneses y las triadas chinas. Según organismos internacionales estas mafias anualmente mueven más de cien  millónes de dólares estadounidenses.


 

Paradójicamente los Estados combaten las organizaciones criminales, en las que ven una autoridad rival, un enemigo a erradicar,  pero estas organizaciones sólo pueden prosperar al amparo de esos mismos Estados que, al prohibir ciertas actividades, les conceden el monopolio sobre ellas.

Es evidente que, ante los métodos modernos de vigilancia, estas  organizaciones criminales sólo pueden perdurar y extenderse gracias a la existencia de cómplices  desde dentro de los aparatos estatales.

 

 

Estas organizaciones son las  herramientas perfectas para la realización de acciones políticas y militares de carácter secreto.

Un ejemplo es la colaboración de Estados Unidos con la Cosa Nostra durante la preparación del desembarco aliado en Sicilia y también recurrió al clan de los Yakuza para pacificar Japón, en esta línea los Estados Unidos también armo a los carteles colombianos en contra de la guerrillas latinoamericanas y utilizo a Organizatsiya para acelerar la destrucción de la ex URRS, y más recientemente  armo y pago a organizaciones criminales en Irak para asi  debilitar la resistencia en el país.

También se utilizan a las mafias en la aplicación de sus narcopoliticas.

Durante la guerra del opio (1839 a 1842) el Reino Unido organizo en India un cultivo de amapola e impuso su consumo en China y Francia, Estados Unidos y Rusia se asociaron a aquella política como  medio para garantizar su propia expansión colonial.

 

 

Hoy en día la cosa no es diferente, los anglosajones reproducen aquel modelo de dominación económica, y para ello explotan el cultivo de amapola en Asia Central, el de coca en los Andes, siempre a través de gobiernos títeres y utilizando el pacto de Viena para  así justificar la represión contra productores rivales y las insurrecciones rurales.